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La Palabra que la liturgia nos ofrece cada día, continúa acompañándonos de modo eficaz y sorprendente, recordándonos las etapas que fundan nuestra vocación apostólica. Hoy, en particular, ha hecho resonar una profunda gratitud por el don de la misión que estamos llamadas a realizar y por todas las hermanas que con nosotras, dedican su vida al anuncio del Evangelio, en primera línea o en retaguardia. De hecho, en la congregación, a pesar de las dificultades del momento presente, circula la linfa vital de la pasión apostólica que, como bien lo expresaba el Documento final del 8°
Capítulo general, «brota de una única fuente: el amor a Dios, que nos impulsa a comunicarlo, y el amor a la humanidad, que nos hace encontrar los lenguajes adecuados y los medios justos para que el mensaje llegue al corazón de todos» (DC 2001,31).
Por la mañana hemos “perfeccionado”, algunas propuestas ya maduradas en los días precedentes, en orden a la imagen y al servicio apostólico de las librerías, a la participación de los laicos en la misión y al desarrollo de las tecnologías digitales.
En asamblea nos concedimos un tiempo adecuado para la relectura “meditada” del esbozo del Proyecto, dando prioridad a las áreas sostenibles y posibles de concretizar, para lograr y detallar un plan compartido con etapas, plazos y sujetos agentes.
Estamos muy comprometidas pero serenas, fuertes con las oraciones que desde todas las partes del mundo se están elevando al Señor por nosotras. Gracias.